
“Everything Must Go”, cuarto disco de los Manic Street Preachers marcó un nuevo comienzo para la banda de Gales. Tras enfrentar una de las grandes tragedias del rock inglés, supieron encontrarse como banda y grabar uno de los discos más emblemáticos del Britpop. A 20 años de su lanzamiento, la música y las letras de aquel gran lanzamiento siguen resonando con la misma fuerza que hace dos décadas. El álbum marcó el comienzo del rumbo definitivo de los Manics, que pudieron superar la pérdida de uno de sus integrantes para resurgir de las cenizas en una mejor forma que en sus comienzos.
Todo empezó con la desaparición de Richey Edwards (letrista y guitarrista del grupo). En febrero de 1995, el día que él y James Dean Bradfield tenían que viajar a los Estados Unidos para promocionar “The Holy Bible” (su último disco), no se lo encontraba por ningún lado. Él había salido de su hotel en Londres sin hablarlo con nadie. Dos semanas después, la policía encontró su auto en una estación de servicio cerca del Severn Bridge, en Bristol. Severn Bridge es un lugar reconocido por la gran cantidad de gente que lo usa para suicidarse. Por eso, los investigadores creyeron que se había tirado del puente, aunque todos sus amigos y familiares, al igual que el mismo Richey en varias entrevistas descartan esa posibilidad rotundamente.
El futuro de la banda era un tema completamente distinto. No estaba claro que camino iban a tomar, si disolverse o seguir. James Dean Bradfield le dijo a Nick Wire y Sean Moore (cuenta en una entrevista a Ben Beaumont-Thomas para The Guardian): “Miren, juntemonos en una sala, más como banda que como amigos, y veamos cómo es la dinámica sin Richey”. Luego se reunieron y escribieron su primera canción sin Richey Edwards.
“A Design For Life” fue el primer corte del disco. De entrada se veia el cambio, una especie de evolución en el sonido de la banda. Luego de “The Holy Bible” querían dejar de lado la oscuridad de los trabajos anteriores y buscar un sonido más grandilocuente, ir más hacia los himnos: con sintetizadores y arreglos de cuerdas haciendo juego. La canción mostraba una forma de mostrar la furia de clases que los llevó al éxito comercial. Hasta ahora no habían encajado completamente en el Britpop. No querían necesariamente ser parte del movimiento, pero las canciones encajaban perfecto con lo que estaba pasando. “Elvis Impersonator: Blackpool Pier”, “Enola/Alone”, y “Kevin Carter” (una de las últimas canciones de Richey) eran un golpe directo a la manera en que los Estados Unidos se estaban devorando el mundo con la globalización. Nada menos de lo que se espera de comunistas como los Manics.
Además del single que se volvió un hit, había más canciones de Edwards en el disco: “Removables”, “Small Black Flowers That Grow In The Sky” y “The Girl That Wanted To Be God” (escrita junto a Nick Wire). Estas eran el punto medio entre las canciones introspectivas de Richey y los nuevos temas grandilocuentes, con música que iba desde la nostalgia hasta himnos alegres.
“Australia” y “Everything Must Go” fueron una forma de hacer las pases con la desaparición de Richey. El primer tema es una metafora para la necesidad de escapar que tenía Nick Wire, debido al dolor que le produjo la tragedia. Él se quería ir lo más lejos posible de su casa en Gales: Australia. Por otra parte, “Everything Must Go” fue una carta de despedida y una especie de disculpas para Richey y los fans por seguir adelante sin él.
“Everything Must Go” cambió completamente el panorama para los Manics. Fue su grán exito comercial, con canciones que siguen vigentes al día de hoy. Es probablemente el mejor tributo para su camarada perdido. Si bien se lo declaró legalmente muerto en 2008 Richey sigue vivo en su música y sus amigos. Y se dice que incluso ahora, James, Nick y Sean dejan un micrófono libre en cada concierto que dan, por si a Richey se le ocurre aparecer.
TXT: Alan Mealla